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Ahí voy, ¿Es perjudicial desear lo imposible ya que la realidad te devuelve frustración? ¿Conviene desear exclusivamente lo posible, lo que está al alcance de uno? No estoy por la labor de semejante disparate y lo que es cierto es que mi vida solo se mueve y va hacia adelante si deseo lo imposible. Y por ello, y por muchas cosas más, he pensado, y sin que sirva de precedente (lo de pensar), que como personas interesadas en las esperanzas humanas (o desesperanzas) os podría interesar mi novela Amanecía. La comencé sin esperar que nadie llegaría nunca a leerla. Pero después en razón de todo lo que pasó, en razón de todo lo que nos pasó, la situación ha cambiado. Porque los demonios acuden sin ser invitados cuando la casa está vacía. Y descubrí que todo lo que buscaba era la ausencia de inquietud. Si bien, no era el vacío que se crea cuando cesa la algarada lo que me turbaba sino la más profunda voluntad creadora que adivinaba, sintiendo por ello mi propia existencia. Y cuando en nuestras vidas todo era excitante -por exagerado- ninguno de los dos imagino que acabaría de este modo, como una novela intrigante. Y aunque me reconozco como persona muy exagerada, sin esperarlo, la realidad sobrepaso en mucho a mi ficción. Y no tengo conciencia de haber faltado a la verdad, aunque hay momentos en los que es hermoso agigantar las cosas pues aviva el ánimo. Y es bueno decir que amar como yo ame es también otra forma de exageración que a mí me gusta. Y cuando en nuestras vidas todo era excitante -por exagerado- ninguno de los dos imagino que acabaría de este modo, como una novela intrigante. Y a veces pienso, que aquella vida me gustaba, por un asunto de postureo, pero sobre todo aquella vida de lo frívolo, de los placeres, hacía hervir mis deseos; pero sobre todo me turbaban misteriosamente los ecos llenos de sobreentendidos, los velos levantados a medias en frases hábiles, y que dejaban entrever horizontes de disfrutes ocultos. Y como soy hombre de humor y grandes ironías, la vida me acoge de buen grado. Quiero decir con esto que me burlo de las virtudes personales o ajenas, como forma de visualizarlas. Este libro recupera la cuestión de la esperanza, y emprende la tarea de hacer creíble una supervivencia más allá del mercantilismo. Nada es imposible, Amanecía es una historia de superación personal. Antxon- alcanzado por la zarpa de la crisis y el desánimo generalizado, intenta recuperar la esperanza, y emprende la tarea de hacer creíble una supervivencia más allá de los convencionalismos. Sintiendo la necesidad de sobreponerse se exilia en París, al tiempo que su mundo interior se va trasformando, redescubriendo su dignidad. Y por aquel mundo extraño, marchaba callado, sin poder contar a nadie la historia de mi decisión, no por miedo, no por un particular interés en ocultar detalles del pasado, sino porque cada vez que intentaba hablar del asunto me topaba con la absoluta incomprensión de los oyentes, me veía enfrentado a cientos de cuestiones que nunca antes me había propuesto aclarar porque afín de cuentas eran los mitos de la infancia a los que me enfrentaba. La crisis iba pasando pero la esperanza se iba quebrando en el estéril paisaje de la triste realidad de España. Cada vez estaba más claro, el país Transpirenaico no pensaba contar con nosotros y no escatimaba en esfuerzos para que nos diéramos por vencidos, y así se nos quiso hacer creer de lo contrario. Lo cierto es que siempre hemos estado ahí, en la vanguardia, asumiendo lo nuevos retos con entusiasmo; y aunque sufrimos el exilio, de silencio y de vergüenza, quisimos creer que, como otros hijos de la Nación, regresaríamos a una España nueva. Y fue un tiempo aterrador el regreso, nada nos esperaba y con gesto imperioso reclamábamos un lugar, en una España sumida en la tristeza y el servilismo. Y de esa manera, los que en el pasado habíamos constituido la clase media ilustrada, nos habíamos convertido en personas non gratas, para los populistas por ser compañía incómoda para su demagogia, para el común por ser testigos críticos de su claudicación. Y así, la única nota alegre se convirtió en burlarnos de esa aureola de dignidad en la que se envolvían los que creyeron la patraña…Así pues, fue tal nuestra insistencia que hasta las puertas del Infierno se abrieron con un golpe de viento misterioso que hizo templar las llanuras y los altos y al disiparse las sombras y el fuerte olor a azufre, nos despertamos; fuera caía el intenso sol castellano que cubría las fachadas de la ciudad de manera impropia para un mes de noviembre. Hay muchas cosas que contar lo difícil es conseguir el tono adecuado. Mi tono no es airado, casi nunca, sino preciso, irónico, detallado, en busca de la dignidad perdida. Y así, la esperanza circula entre los personajes como la única pasión que les mantiene vivos. Personajes que soportan una vida mediocre, marcados por la deuda afectiva que les lleva a buscar aquellos leves signos de identidad, todo ello descrito en ocasiones de forma muy descarnada, otras de manera muy dulce. Y efectivamente, es eso lo que he hecho, con retales de mi memoria, inadvertidamente he hilado una historia a la medida, ahuyentando los miedos de la noche para siempre, impregnando de franqueza todos los momentos. Pero bueno, contado así parece hasta fácil. Y era en cada amanecer, que nacíamos, y surgían, por levemente que fuese, una especie de ascensión de nuestra propia naturaleza, en esa luz primera que parecía ser lugar donde resurgir. Amaneceres que quizás simplemente eran lugar de encuentro. Y será que esa luz primera, intensa aún, destila reflejos de antaño, así de simple; o será que la vida me depara otra orilla; luego, sea lo que sea, no quiero saber, cuál es el futuro que me aguarda. Así que lo mejor de mi futuro es tan sólo dejar un débil recuerdo de algún pasado cercano. No hace falta ser un genio para escribir bien se precisa pasión. El que escribe, escribe y escribe para no decir nada, bueno ya conocemos los resultados de la sociedad de lo ameno. No quiero indicar con ello que la escritura tenga un carácter moralizante, que no, pero cuando cuentas una historia debe existir una intencionalidad (además de ser muy terapéutico) Pues eso, lo que relato, lo hago como parte de mi historia, como si estuviera volando sobre ella; participo de los paisajes por donde deambulo. Yo no finjo el verlos, la fuerza de mis palabras arrojan luz sobre ellos, Y aquellas vivencias se pasaron por mi mente con multitud de hechos y personas que de manera solapada fueron urdiendo la historia, como un entramado indescifrable, y todo ello para encontrar mi voz, mi sitio, ¿sabes?, eso es en resumen lo que he hecho. Y de pronto, sin mudanza, encontré mi voz en el susurro, ahí donde se cruzaban el recuerdos de aquella vida llena de encrucijadas. Bueno, como decía, cuando regrese de ese mundo indefinido del exilio interior, sentí la necesidad de narrarlo. Ya veo que estoy como Borges, asimismo, cuando escribía: “Los viejos hablamos y hablamos, pero ya me estoy acercando a lo que quería contar. Pero, créeme que estoy, ante todo, como yo mismo. Y como lo más preciado para un narrador es que sus historias se lean y sean leídas por aquellos que puedan apreciarlas (y digo bien al decir que puedan apreciarlas) deseo leáis mi historia y si os avenís a ello y queréis podéis publicarla. ¿¿¿Y quiero publicarla sin más??? No, no, quiero publicar en papel que es como un certificado de autenticidad. Además, el papel te obliga a sintetizar. Y siendo eso cierto ¿yo sintetizar? Jajaja, ya me lo decían los profesores en el colegio:”Llaguno, a usted le dan El Quijote y le añade capítulos”. Si no tuviera un límite, inundaría al lector de palabras. Tengo que obligarme a ser conciso. Lo que sí es cierto es que habito las limitadas inmensidades de la palabra. Y sin más os mando un fuerte abrazo.
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